Terror sexual. Entrevista a Maitena Monroy

«Ese ‘no vayas sola’ no nos protege; nos dice que lo único que podemos hacer ante la violencia es dejar de hacer cosas»

Maitena Monroy-k 24 urte daramatza autodefentsa feminista ikastaroak antolatzen, bai Euskadin zein Estatu osoan, Europan eta Amerikan. Hainbat euskal erakunde feministetan militatu egin du: egun, FeministAlde kolektiboko kidea da. ‘Ikara sexuala‘ kontzeptua ezagutzera eman du emakumeak kontrolpean mantentzeko gizarte sexistak elikatzen duen beldurra deskribatzeko. Horri buruz elkarrizketa egin diogu:

Desde pequeñas nos dicen que no vayamos solas, que nos va a pasar algo…

Es una forma de controlar a las mujeres. El objetivo de la violencia es controlar al conjunto de las mujeres. La familia y las amistades nos lanzan mensajes con buena intención, para protegernos, pero es una falsa protección, porque nos transmiten terror, y la idea de que no hay nada que podamos hacer salvo dejar de hacer cosas. Se ve como natural pensar que la violencia está ahí, que es algo que te toca vivir. En la práctica, esto supone negar los derechos de las mujeres. Y nunca se cuestiona a los agresores.

Pero el riesgo es real. Cuando nos dicen que nos puede pasar algo, realmente nos puede pasar algo por el hecho de ser mujeres.

Nos tendrían que decir qué es lo que nos puede pasar y cómo hacer frente. Decir que nos puede pasar algo, sin más, nos deja la sensación de que no tenemos derecho a estar solas, en vez de ser conscientes de que la violencia existe y cuestionarla. Tenemos que decir a las niñas no tanto lo que nos puede pasar, sino que tenemos derecho a decidir lo que nos pasa en nuestro cuerpo. Hay que hablar en positivo: tu cuerpo es tuyo, tienes derecho a decidir todo el rato qué hacer con él, a vestir como te da la gana, a vivir una sexualidad libre y deseada, a que no hagan cosas en tu cuerpo que no quieres que te hagan, a gritar, a llamar la atención si algo te está molestando. Y hablar de los agresores: que esto nos pasa porque hay hombres machistas que no respetan los derechos de las mujeres y actúan violentamente. Tanto la sociedad como hombres concretos van a intentar negarnos esos derechos, pero tenemos que seguir peleándolos.

Fiarnos de nuestro criterio es muy importante. Cuando piensas que algo va mal, es por algo. Si yo no me gusta lo que está pasando a mi cuerpo, no hay más que hablar

A veces nosotras mismas no tenemos claro si una agresión ha sido tal o estamos poniéndonos paranoicas. Un ejemplo claro es cuando el metro va lleno y sentimos que un hombre se pega mucho a nosotras; pero tenemos dudas porque realmente hay poco sitio.

Reforzar nuestro propio criterio es otra cuestión muy importante. Cuando piensas que algo va mal, cuando te sientes abusada, es por algo. Si yo digo que no me gusta lo que está pasando a mi cuerpo, no hay más que hablar. A veces desconfiamos hasta de situaciones de abusos sexuales directos. Se suele pensar que los agresores son descontrolados o alcohólicos, pero se controlan perfectamente, y actúan cuando creen que no les va a pasar nada. Por ejemplo, en el metro, cuando pueden decir que hay mucha gente, y creen que no te vas a atrever a decir nada porque te va a dar vergüenza decir en público que te están agrediendo. Otra estrategia de los agresores es crear un clima de confianza. No empiezan agrediendo, sino que primero te piden el correo electrónico o el tuenti, charlan contigo y después utilizan esa información para acosar. Si respondes, niegan que estén ejerciendo violencia, te dicen que no es para tanto, que somos unas exageradas, o la justifican: que vamos provocando y pidiendo guerra. Tenemos que estar preparadas para enfrentar esas respuestas.

Pongamos que tengo 18 años y quiero hacerme un viaje sola en interraíl, pero creo que siendo chica viajar sola puede no ser buena idea. ¿Cómo lo ves?

Para empezar, viajar sola sí que es buena idea. Es importante tenerlo claro para no caer en la dependencia emocional: si no puedo hacer cosas sola, buscaré un hombre que me proteja (mi novio, por ejemplo), y para colmo puede que ese hombre sea un agresor. Tenemos que pensar: quiero viajar sola, puedo hacerlo, tengo derecho a hacerlo, pero sé que puedo sufrir agresiones. Entonces, el segundo paso es pensar cómo actuar ante lo concreto. No pensemos en fantasmas. Concretemos: ¿Qué me puede pasar? Prever situaciones que me han pasado antes o que me den miedo en el día a día y pensar cómo voy a funcionar si me ocurren. Saber a qué espacios voy a ir. Buscar mapas de la ciudad prohibida. Llevar una laca pequeña (en vez de los sprays, que no son legales). Ir preparada para situaciones concretas nos dará seguridad.

En Facebook preguntamos a las chicas qué hacen cuando un hombre les suelta una burrada por la calle, y la mayoría contestó “Prefiero ignorarle”.

Llamemos las cosas por su nombre: no es una burrada, sino una agresión verbal. Elija lo que elija, incluso no contestar, tengo que pensar qué hay detrás de esa decisión. No es lo mismo no contestar porque no me siento a gusto contestando, que por miedo al agresor o porque no sé qué contestar. También depende del contexto: si el agresor está rodeado de otros veinte, cambian las opciones. Tengo que pensar qué quiero hacer, y según el contexto cuál es la mejor estrategia. Yo creo que en general conviene responder, porque hay que romper con el sentimiento de que pueden hacer lo que quieran y de que no van a tener consecuencias. Que sientan que no tienen derecho a agredirnos.

¿Pero qué pasa cuando solo te han dicho “guapa”, pero es la tercera vez en diez minutos que te dicen algo y estás harta?

El problema es sentirte expuesta todo el rato. Me preocupa la sensación que genera en las mujeres, de impotencia, de rabia, de inseguridad; y el poder que eso da a los agresores. Esas prácticas también son violencia, porque su objetivo es marcar quién puede ocupar el espacio público y convertirnos en objetos sexuales, porque nos hablan siempre de nuestro físico.

Voy por la calle y un hombre me toca el culo o se saca el pene. ¿Es denunciable? ¿Qué hago?

Incluso la violencia verbal es denunciable, porque supone romper con las normas de convivencia, y el sistema jurídico debería responder. Pero no se interpreta así. Con los exhibicionistas lo mejor es reírse, porque su intención es intimidar. A la mayoría de las mujeres no nos importa ver un pene, lo que nos asusta es que surgen de la nada y quieren sentir su poder a partir de nuestro miedo. Después es importante hacer denuncia pública. Si es alguien del barrio, juntarnos las mujeres para hablar de ello y pensar cómo protestar en público. Respecto a que te toquen el culo, siempre estamos hablando de cómo responder ante la agresión, pero es más interesante plantearnos previamente cómo ocupamos el espacio, cómo miramos, cómo marcamos nuestros límites, cómo nos sentimos. Tenemos que apropiarnos del espacio. Pero para conocer técnicas concretas, es mejor que vengáis a talleres de autodefensa.

El papel de los chicos no tiene que ser de caballeros, de ir a salvar a las mujeres, sino de cuestionar a los machitos de turno

A menudo nos cuesta hablar de estas agresiones, les quitamos importancia, las intentamos olvidar… ¿A quién deberíamos contarlo y cómo?

Los agresores se valen del silencio de las víctimas, que a menudo se sienten avergonzadas y culpables. Es importante hablarlo para ponerle nombre, romper con la idea de que es un problema mío, buscar recursos, romper la impunidad (que el agresor no sufra consecuencias) y buscar la reparación del daño. Hace falta que todos los chicos y chicas feministas se posicionen contra todas las formas de violencia. Pero cuando respondemos a agresiones, incluso en nuestro entorno nos dicen que nos hemos pasado o que no es para tanto. Los grupos de mujeres, las organizaciones feministas, son espacios seguros para hablar, pero también es imprescindible que los chicos sepan lo que está pasando y se posicionen.

¿Qué pueden hacer los chicos contra el terror sexual?

Cuestionar las conductas masculinas violentas y cuestionar los comportamientos que se espera de los hombres, los roles sexistas. La violencia es un instrumento al servicio de la desigualdad. Si queremos acabar con la violencia, tenemos que luchar para erradicar la desigualdad. Pero el papel no tiene que ser de caballero, de ir a salvar a las mujeres, sino de cuestionar a los machitos de turno. Es importante que los hombres jueguen un papel activo en los espacios en los que solo están con hombres. Me parece llamativo que los chicos feministas cuando están en nuestros espacios expresen su rechazo a la violencia sexista, pero que eso no se traslade a cuando están solo con hombres. En esos momentos en los que están de potes, viendo el partido, es donde deberían proponer reflexiones: “¿Qué estamos haciendo frente a la violencia?

Tú utilizas el concepto “terror sexual”. ¿Te refieres sólo al terror que sentimos por la calle?

Está presente en cualquier espacio en el que estemos solas, porque se asume que una mujer sola está en riesgo sexual. Incluso cuando estamos en una cuadrilla de chicas viene un pesado y nos dice: “¿Estáis solas?” Para ellos, estar solas es no tener a un hombre al lado.

¿Qué aporta la autodefensa feminista?

Los talleres de autodefensa aportan mucho cuando cuestionan el origen de la violencia, no sólo cuando resuelven situaciones concretas. Es una actitud vital, de reclamar tu derecho a existir sin sufrir violencia, y al mismo tiempo saber que podemos sufrirla, y saber cómo enfrentarla. El proyecto de autodefensa feminista es una estrategia, pero si pensamos que con ella se va a terminar la violencia, estaríamos muy equivocadas. Sería pensar que para erradicar la violencia basta con erradicar a los agresores, cuando primero hay que terminar con la desigualdad y la violencia simbólica: las imágenes, los mensajes, las ideas que nos marcan el camino de cómo ser mujer y hombre.

Maitena Monroy-ren webgunea: Autodefensa feminista