El lenguaje en clave de las lesbianas en el franquismo

[Jacaranda Disidente] ¿Sabías que en el franquismo muchas lesbianas decían que eran libreras?.

¿Sería este el término equivalente al camioneras de ahora? ¿Utilizaban por aquel entonces las mismas expresiones que usamos ahora para referirnos a las lesbianas masculinas? ¿Cómo eran los armarios en el régimen franquista? ¿Qué códigos usaban para ligar? ¿Y para detectar la pluma? ¿Cuáles eran sus lugares de encuentro?.

Las lesbianas de aquella época tuvieron que hacer muchos apaños para tratar de fugarse no sólo del régimen heterosexual, sino también del franquista. Una de sus bazas fue el lenguaje: crearon su propia jerga. Lo cierto es que podemos encontrar más semejanzas que diferencias entre aquellas lesbianas y las de ahora. Hoy en día preguntamos: ¿Entiendes?, para saber si alguien es lesbiana. Ellas, entonces, decían: ¿Eres librera? o ¿Eres tebeo? si eran jóvenes. También hacían uso de las expresiones ser o tener asunto. Ser librera significaba estar en el círculo clandestino de lesbianas que se apoyaban entre ellas y se dejaban existir. También llamaban a sus compañeros gais libreros, cuando estos fingían ser sus novios para aparentar ser una pareja heterosexual en eventos públicos. Muchos de los libreros también fueron donantes de semen para que pudieran tener hijes e incluso les presentaban como padrinos para evitar represalias al convivir y criar juntas. De la misma manera, mostraban a sus novias como hermanas, cuñadas, primas… Otra estrategia creativa a través del lenguaje fue la de autodenominarse con los apodos que acostumbraban a utilizar en los teatros, cafés, cabarets, tertulias literarias, acampadas no mixtas y casas de amigas donde se encontraban. Estos pseudónimos los emplearon con el fin de no exponerse y preservar su privacidad; su vida paralela y prófuga de la dictadura.

Las lesbianas eran tan invisibles y su sexualidad tan negada, que siquiera la Ley de Vagos y Maleantes y su heredera, la Ley de Peligrosidad Social, las contemplaba para ser criminalizadas como sí sucedió con sus compañeres gais, trans, travestis o trabajadoras sexuales. Aprovechando este manto oculto, estas mujeres fueron referentes las unas de las otras, creando no sólo un código de comunicación en clave para resistir al régimen franquista y poder hablar de sus asuntos, sino también espacios de libertad inimaginables para otras mujeres de su generación, donde podían ser quienes quisieran ser, desplegar su sexualidad y quemar el libro del régimen franquista y heterosexual para cambiar la historia de muchas lesbianas que aparecerían en capítulos posteriores.