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Bueno, ya se ha pasado el 28 de Junio, Día internacional a favor de los colectivos LGTBI y también de la libertad sexual. Fue anteayer cuando asistimos a manifestaciones, concentraciones o acciones que tuvieron lugar en nuestros municipios. Sacamos a las calles nuestras pancartas y carteles. Aquellas y aquellos y aquellxs que no tenemos una sexualidad «normal» vivimos día a día esas agesiones sexistas. Como los micromachismos, son tan sutiles… bueno, son micromachismos al fin y al cabo.

Pero queremos terminar el mes con un poco de humor e ironía. Emma Goldman decía «Si no puedo bailar, no es mi revolución». Pues nosotras y nosotros queremos añadir lo siguiente: «Si no puedo echarme unas risas, no es mi revolución». Y esta cuestión de la risa la hilamos con otra historia. Con tener referentes.

Una combinación extraña diréis…  ¿Humor y referentes? A ver… una cosita… ¿todavía no os habeis dado cuenta que eso de lo que es normal no va con nosotras y nosotros? ¡Ups! Vamos al lío…

Si quieres ver cuál es ese lío, cómo termina esta combinación, sigue leyendo el post en euskera (pincha aquí).

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Es junio y quería escribir sobre liberación sexual. Ya sabeis, el 28 de Junio gays, lesbianas, trans, bisexual y gente cercana celebramos nuestro día de la liberación sexual. No solo a nosotras y nosotros, a mucha gente se le llena la boca con el tema, qué tolerantes somos… cómo respetamos todas las opciones… y qué mal nos parece la LGTBfobia y la discriminación. Y yo también podría escribir sobre esto, pero a decir verdad, hoy voy a salir a ligar, a ver cómo va el asunto. Porque no es tan fácil.

Las personas LGTB necesitamos espacios propios en muchos momentos. Nos gustaría funcionar como otra persona cualquiera… pero los espacios donde encontrarnos segurxs. ¿O me vais a contar ahora que no pasa que por darme un beso con otro chico no pueda recibir malas miradas, palabras feas, incluso golpes? Creo que después de la mani del 28 hay una fiesta, me voy a acercar. A conocer gente, si. A hacer amigxs, claro. A celebrar. Y a ver si ligo un poco.

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En el anterior post hablamos sobre la normalidad, y también sobre la «manía» que cierta gente tiene para «hacernos ver y comprender» que sus formas de relacionarse y actuar son adecuadas o apropiadas y las nuestras u otra no. ¿Quién es quién para decirnos que lo que hacemos, nuestra identidad sexual, nuestro genero… no es adecuado?

¿Qué tipo de relaciones establecemos entre nosotras y nosotros? ¿Quién coge el poder, o cómo le damos el poder a una persona o varias cuando estamos en grupo? ¿Por qué? ¿Quién decide cuál va a ser nuestra responsabilidad en un grupo? Como deciamos en el anterior post, muchas veces somos lo que nos dejan ser. ¿Acaso nos tenemos que quedar en eso?

Mira a tu entorno, ¿cómo creamos y establecemos las relaciones? ¿Quién ha dicho que tenemos que hacer caso a todo lo que dice la persona o personas que tenemos en frente, sin rechistar? ¿Cómo ha cogido el poder esa persona? ¿Al final no creéis que la gente le hemos dejado que coja ese poder porque no hemos podido hacerle frente o responder cuando ha habido una agresión? Y no tiene que ser una agresión física. Poneros en la situación. Alguien empieza a hacer bromas sobre el comportamiento, la identidad sexual, la «discapacidad» de alguien… y el grupo miramos al suelo… como en los comics de Asterix y Obelix cuando los romanos pedían voluntarios para ir a luchar contra los galos… ¡Tenemos que dejar de ser cómplices! ¡Tenemos que responder ante las agresiones! ¡Tenemos que dar una respuesta colectiva! Que no vamos a permitir más agresiones, ¡vengan de donde venga! ¡SE acabó! Porque atacar a aquello que es diferente es simplemente miedo. Simplemente miedo a lo diferente.

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¡Revisa tu actitud y comportamientos! ¡Pon en práctica la Actitud Beldur Barik!

Cuántas veces me habré hecho esta pregunta a mi mismo cuando tenia doce, catorce, dieciseis años. A decir verdad, la pregunta que me hacia era «qué soy yo». Mi ser me planteaba preguntas en algunos momentos y el entorno lleno de reglas, en el colegio, en la calle, en casa, me hacía muy difícil romper con las normas. Los chicos tienen que estar con los chicos, y yo me sentia más a gusto con las chicas. Mas tranquilo. No disfrutaba de la mayoría de cosas que hacian los chicos, del ambiente que se creaba. Tenía otro amigo, Joseba, que decia que no le gustaba cómo se trataban los chicos entre ellos, tampoco cómo hablaban sobre las chicas. Yo muchas veces iba con ellos, pero mis mejores amigas, eran chicas.

Tenía unos quince años cuando me dí cuenta que me gustaba un montón un chico de otra clase. Y decir eso, siendo chico, es un pedazo de problema. Entonces empezaron las preguntas. Si no me siento a gusto entre los chicos, entonces ¿no soy totalmente un chico? Si me gusta un chico, ¿soy gay? ¿Qué es lo que quiero ser? Pero sobre todo, ¿qué puedo ser? Sería una tontería decir que «fuí lo que yo queria ser». No, no… fuí (y soy) lo que puedo ser. Para empezar, le dije al chico de la clase de al lado que me gustaba, y aunque no ligamos, todo fue bien. Somos grandes amigos desde entonces. Yo busqué los espacios que necesitaba para estar tranquilo, para sentirme protegido. Y muchos de esos espacios son hoy en día refugios también. Y hemos hablado mucho sobre estos temas. Qué movida tener tanta historia porque otros piensan que somos «diferentes»: tener que etiquetarnos, que somos gay, lesbiana, trans; andar con cuidado con lo que contamos a las y los amigas y amigos, apenas oir nada sobre sexualidades cuando se habla en clase de educación sexual…

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