AMOR DEL BUENO

[Irantzu Varela] Tengo una amiga que dice que el amor sólo debería producir una cosa: bienestar. Y bienestar, es estar bien. Tengo otra que dice que, lo que no es facil, es dificil. Y parecen de esas cosas que dicen las amigas listas, y que resulta fácil aplicar en la vida real.

Pero, si te has enamorado alguna vez, sabrás que no hay nada más difícil que hacer caso a la amigas listas, y aplicar a la vida real lo que se supone que tenemos claro en nuestra cabeza.

Hace años que estamos prestando atención al amor romántico, mirándolo con una mirada crítica feminista. Porque, lo que debería ser una fuente de alegría, de placer y de cuidados, se convierte en muchos casos en un pozo de malestar, de desigualdad, y de violencia. Vemos demasiadas veces relaciones que empezaron en nombre del amor, y que se mantienen como un lazo pegajoso que no hace bien a nadie, pero que nadie se atreve a soltar.

Yo creo en el amor. Creo en esa sensación que siempre parece irrepetible, que es una mezcla de química personal, atracción sexual y conexión mental, o algo así. Pero no creo en todo el discurso que le construimos alrededor, en todos los superpoderes que le asignamos y en todas las normas que le imponemos.

Creo que hay mucha gente que puede provocarnos esa sensación. Creo que ojalá mucha gente lo haga a lo largo de nuestra vida. Pero no creo en que cuando quieres a alguien no deseas a nadie más. Ni que haya una persona (ni siquiera una cada vez) que sea especial para tí. Ni creo en que nadie tenga derecho a exigir que finjas que sientes eso.

Creo que a las mujeres nos han impuesto que la vida sea una ginkana del amor. Que nos pasamos la vida buscando a alguien que nos quiera, para querernos; tratando de que se quede quien tenemos al lado, para no sentirnos solas, que es mejor que mal acompañadas; tratando de encontrar enseguida un repuesto, para no pensar que no tenemos a nadie. Y creo que no hemos aprendido a valorar los otros amores, los de la amistad y el cuidado a largo plazo, que son los que duran (casi) siempre, y que son los que te recogen, te consuelan y te sacan de casa cuando el desamor llega.

Es raro que, en nombre del amor, podamos acabar llorando en una esquina, sufriendo al ver varias llamadas perdidas, alejándonos de la gente querida o permitiendo que alguien nos trate como nunca nos gustaría que nos trataran. Es raro que, en nombre del amor, confundamos el control, la persecución, los celos, la inseguridad, la ansiedad, la tristeza, la falta de autonomía, la preocupación, la dependencia, con la felicidad, con la tranquilidad, con el bienestar. Demasiadas veces no estamos bien por culpa del amor. O de lo que creemos que lo es. Porque, yo creo que, lo que no produce bienestar -sino todo lo contrario-, no es amor. Es soledad compartida, es responder a lo que se espera, es miedo a la autonomía… o puede ser control, poder, desigualdad, violencia.

Y esto podrían ser sólo creencias, que son como las lentejas, que si no te las comes, las dejas. Pero no es así. No se trata de ideas individuales y subjetivas que no me valen para mí, pero te pueden valer para tí. Porque eso es lo que dicen todas las personas que están en una pareja que da más miedo que bienestar: que nadie les entiende, que eso es pasión, que tú que sabes. Como si el amor fuera un juego de vasos comunicantes, en el que los días malos, las broncas, los insultos, los disgustos, los daños, se compensan con los buenos ratos. Pero no es así. Y las amigas listas lo saben. Y te lo dicen más cuanto menos quieras escucharlas.

Y la cosa es que tenemos las calles, las casas y los bares, llenas de gente que quiere enamorarse, para sentir esa magia que convierte tu aburrida vida en un eterno viaje, que te saca del hastío, de la rutina, y que trae sexo salvaje, películas con manta, cucharita por la noche y cenas con velas. Y luego está esa gente que, en nombre del amor, llora, se aburre, se siente culpable, vive presionada en la cama, no sabe de qué hablar cuando acaba la película y hace mucho que no hace la cucharita. En nombre del amor. Aunque sea de ese que no produce bienestar. Que es estar bien.